Portada de Argosy
del mes de febrero de 1896
A finales del siglo XIX, las
revistas populares normalmente no publicaban exclusivamente ficción, sino que
incluían artículos de no ficción y poesía. En octubre de 1896, la revista
Argosy, propiedad de Frank A. Munsey, fue la primera en publicar exclusivamente
ficción, y en diciembre de ese año empezó a utilizar papel barato de pasta de
madera. Los estudiosos de la
historia de las revistas consideran actualmente que este hecho marcó el
comienzo de la era de las revistas pulp. Durante años las revistas pulp
tuvieron éxito sin restringir su contenido de ficción a ningún género
específico, pero en 1906 Munsey lanzó Railroad Man's Magazine, la primera que
se centró en una temática en particular. Le siguieron otras revistas que se
especializaron en un género de ficción en concreto, empezando con Detective
Story Magazine en 1915 y Western Story Magazine en 1919. La weird fiction, la
ciencia ficción y la fantasía se incorporaron con frecuencia en las pulp de la
época, pero a principios de la década de 1920 todavía no había ninguna revista
centrada en ninguno de estos géneros, aunque The Thrill Book, lanzada en 1919
por Street & Smith con la intención de publicar historias «diferentes» o
inusuales, se aproximaba a esta idea.
Frank A. Munsey
En 1922 J. C. Henneberger,
periodista y editor de revistas que había publicado College Humor y Magazine of
Fun, constituyó la editorial Rural Publishing Corporation of Chicago, en
asociación con J. M. Lansinger. Su primera iniciativa fue Detective Tales, una
revista pulp que aparecía dos veces al mes, comenzando con el número del 1 de
octubre de 1922; inicialmente fue un fracaso y, como parte de un plan de
refinanciación, Henneberger decidió publicar otra revista que le permitiera
repartir parte del coste entre las dos. Henneberger había sido admirador
durante mucho tiempo de Edgar Allan Poe, por lo que creó una revista de ficción
que se centraría en el terror, a la que llamó Weird Tales.
J. C. Henneberger
Henneberger eligió a Edwin Baird,
que estaba al cargo de Detective Tales, como editor de Weird Tales; Farnsworth
Wright fue el primer corrector y Otis Adelbert Kline también trabajó en la
revista, ayudando a Baird. Las tarifas que pagaban a los autores eran bajas,
normalmente entre un cuarto y medio centavo por palabra, que subía hasta un
centavo por palabra en el caso de los escritores más populares. Las ventas
fueron inicialmente pobres y Henneberger pronto decidió cambiar el formato del
tamaño pulp estándar al large pulp para hacer la revista más visible. Esto
tuvo poco efecto a largo plazo en las ventas, aunque el primer número en el
nuevo tamaño, con fecha de portada mayo de 1923, fue el único que vendió toda
su tirada el primer año, probablemente porque incluía la primera entrega de una
popular serie de A. G. Birch, The Moon Terror.
La revista supuso una
considerable pérdida económica bajo la dirección de Baird: tras la publicación
de trece números, la deuda total era de más de 40 000 dólares. Mientras tanto,
Detective Tales había sido renombrada como Real Detective Tales y estaba dando
beneficios, al igual que College Humor. Henneberger decidió vender ambas
revistas a Lansinger e invertir el dinero obtenido en Weird Tales. Esta
operación no se refería a los 40 000 dólares en deudas, muchas de las cuales
eran con la empresa que imprimía la revista; la imprenta era propiedad de B.
Cornelius, quien aceptó la sugerencia de Henneberger de que la deuda se
convirtiera en una participación mayoritaria en una nueva empresa, Popular
Fiction Publishing. Esto no eliminaría todas las deudas de la revista, pero
suponía que Weird Tales podría seguir publicándose y tal vez volver a ser
rentable. Cornelius estuvo de acuerdo en que, si la revista llegaba a ser lo
suficientemente rentable como para pagarle lo que le debían, renunciaría a sus
acciones en la compañía. Cornelius se convirtió en el tesorero de la compañía;
el gerente de negocios fue William (Bill) Sprenger, quien había trabajado para
Rural Publishing. Henneberger tenía la esperanza de refinanciar la deuda con la
ayuda de otra imprenta, Hall Printing Company, propiedad de Robert Eastman.
Baird se quedó con Lansinger, y
Henneberger escribió a H. P. Lovecraft, que había vendido algunas historias a
Weird Tales, para ver si estaría interesado en aceptar su puesto. Henneberger
le ofreció diez semanas de pago por adelantado, pero con la condición que
Lovecraft se trasladará a Chicago, donde estaba ubicada la sede de la revista.
Lovecraft describió los planes de Henneberger en una carta a Frank Belknap Long
como «una nueva revista para cubrir el campo de los escalofriantes Poe-Machen».
Lovecraft no quería marcharse de Nueva York, a donde recientemente se había
mudado con su nueva novia, además de su desagrado por el frío clima de Chicago.
Pasó varios meses considerando la oferta a mediados de 1924 sin tomar una
decisión, recibiendo visitas de Henneberger en Brooklyn en más de una ocasión,
pero finalmente, o bien se negó o Henneberger simplemente desistió. Al final
del año Wright fue contratado como el nuevo editor de la revista. El último
número con Baird en la cabecera fue una edición combinada de mayo/junio/julio,
con 192 páginas, una revista mucho más voluminosa que las ediciones anteriores,
y que fue obra de Wright y Kline, en lugar de Baird.
Henneberger le puso a Weird Tales
el subtítulo «The Unique Magazine» (la revista única) desde el primer número.
Henneberger esperaba que los autores presentaran material «distinto» o inusual.
Más tarde recordó haber hablado con tres conocidos escritores de Chicago,
Hamlin Garland, Emerson Hough y Ben Hecht, los cuales le habían dicho que
evitaban escribir historias de «fantasy, the bizarre, and the outré» (fantasía,
lo extraño y lo raro), debido a la alta probabilidad de rechazo por los
mercados existentes. Henneberger manifestó: «Debo confesar que el motivo
principal de lanzar Weird Tales fue dar al escritor la libertad de expresar sus
sentimientos más íntimos de una manera acorde con la gran literatura».
Edwin Baird, el primer editor de
la revista, no fue una buena opción para el puesto, ya que no le gustaban las
historias de terror; su experiencia se centraba en la ficción sobre crímenes, y
la mayor parte del material que adquirió era insulso y poco original. Los
escritores que Henneberger había estado esperando publicar, como Garland y
Hough, no le enviaron nada a Baird, y la revista publicó fundamentalmente
ficción tradicional sobre fantasmas, y muchos de los relatos estaban narrados
por personajes ingresados en asilos de lunáticos, o contados en forma de
diario. El relato de portada del primer número fue Ooze, de Anthony M. Rud;
también se incluía la primera entrega de una serie, The Thing of A Thousand
Shapes, de Otis Adelbert Kline, y otras 22 historias más. Ashley cree que los
mejores escritores pulp de los que Baird consiguió adquirir material, como
Francis Stevens y Austin Hall, le estaban enviando relatos que habían sido
rechazados por otras publicaciones.
A mediados del año Baird recibió
cinco relatos presentados por H. P. Lovecraft; compró los cinco. Lovecraft, que
había sido persuadido por sus amigos para que presentara los relatos, incluía
una carta de presentación tan extraordinariamente negativa sobre la calidad de
los manuscritos que Baird la publicó en el número de septiembre de 1923, junto
con una nota adjunta diciendo que había comprado las historias «A pesar de lo
anterior, o a causa de ello». Sin embargo, Baird insistió en que los
manuscritos se volvieran a presentar mecanografiados a doble espacio; a
Lovecraft no le gustaba escribir a máquina, e inicialmente decidió reenviar
sólo un relato, Dagon. Apareció en el número de octubre de 1923, que fue el
más notable del mandato de Baird, ya que incluía historias de tres escritores
que se convertirían en colaboradores habituales de la revista: además de Lovecraft,
supuso la primera aparición en Weird Tales de Frank Owen y Seabury Quinn.
El historiador Robert Weinberg,
en su estudio sobre Weird Tales concuerda con Ashley que la calidad de los
números de Baird era pobre, pero comenta que se publicaron algunas buenas
historias: «era solo que el porcentaje de estas historias era
desalentadoramente pequeño». Weinberg destaca dos relatos que aparecieron en el
número de abril de 1923, A Square of Canvas de Rud y Beyond the Door de Paul
Suter, como «excepcionales». Weinberg también considera The Floor Above de M.
L. Humphries y Penelope de Vincent Starrett, ambos en el de mayo de 1923, y
Lucifer de John Swain, de noviembre de 1923, como memorables, y comenta que The
Rats in the Walls, en el número de marzo de 1924, fue uno de los mejores
relatos de Lovecraft. No está claro si Baird o Henneberger fueron responsables
de comprar los relatos de Lovecraft; en una de las cartas de Lovecraft deja
claro que Baird estaba interesado en adquirir sus historias, pero que Henneberger
había dicho que había pasado por alto a Baird y que a Baird no le gustaba la
escritura de Lovecraft. A Henneberger se le ocurrió otra idea para involucrar a
Lovecraft: se puso en contacto con Harry Houdini e hizo arreglos para que
Lovecraft hiciera de escritor fantasma para él y le escribiera un relato usando
una trama aportada por Houdini. El relato, Encerrado con los faraones
(Imprisoned with the Pharaohs), apareció bajo el nombre de Houdini en el número
de mayo/junio/julio de 1924, un relato que curiosamente estuvo a punto de
perderse, pues Lovecraft lo olvidó en el tren en el que viajó a Nueva York para
casarse, y tuvo que pasar gran parte del día de su boda reescribiéndolo. En ese
mismo número también se incluía otra historia de Lovecraft bajo otro nombre:
The Loved Dead (publicada en español como Amor a la muerte, Los amados muertos o
Querida muerte), un relato de C. M. Eddy, Jr. revisado por Lovecraft y trabajo
mayoritariamente suyo, que incluía una mención a la necrofilia. Según Eddy,
esto llevó a que la revista fuera retirada de los quioscos en varias ciudades,
con la consiguiente publicidad beneficiosa para la revista, ayudando a las
ventas, pero en su historia de Weird Tales, Robert Weinberg dice que no
encontró evidencias de que la revista fuera prohibida y que el informe
financiero de la revista muestra que tampoco supuso ningún beneficio en las
ventas. Sin embargo, S. T. Joshi afirma que la revista fue retirada de los
quioscos en Indiana.
El material gráfico de las
portadas durante el mandato de Baird era anodino; Ashley lo califica como «poco
atractivo», y Weinberg describe el esquema de color de la portada del primer
número como «cualquier cosa menos inspirado», aunque considera que la del mes
siguiente mejoró, pero añade que desde el número de mayo de 1923 «las portadas
se sumergieron en un pozo de mediocridad». En opinión de Weinberg el pobre
trabajo artístico de las portadas, generalmente obra de R. M. Mally,
probablemente fue uno de los motivos de la falta de éxito de la revista bajo Baird.
Weinberg también considera que el material gráfico interior durante el primer
año de la revista fue muy pobre; la mayor parte de los dibujos interiores eran
pequeños y carecían de la atmósfera que uno esperaría de una revista de terror.
Todas las ilustraciones fueron obra de Heitman, que Weinberg describe como
"«... notable por su total falta de imaginación. La especialidad de
Heitman fue coger una escena de una historia aterradora que no mostrara nada en
absoluto espantoso o extraño y hacer una ilustración de ella».
Los textos anteriores están
entresacados de la Wikipedia de la entrada titulada Weird Tales.
Tampoco Weird Tales va a ser la
primera revista que publique contenidos exclusivos de género. Sam Lundwall,
historiador sueco de ciencia ficción nos habla de que allá por 1915 apareció en
su país una revista de ciencia ficción que se llamaba Hugin.
Y en Alemania en 1919 aparece Der
Orchideengarten, la primera revista de terror en este país. A día de hoy esta
publicación es un clásico tanto por sus autores como por las ilustraciones contenidas entre sus páginas.
Portada de Der
Orchideengarten del año 1920